27.1.11

Mi brújula está rota


¿Giro a la derecha o a la izquierda? ¿Sigo recto o cruzo? ¿Me devuelvo o no? ¿Será que debo sacar el mapa? ¿Cómo es que se llamaba la Avenida? Ya va, primero debes sacar el cuadernito con la dirección para poder ver el nombre de la calle y así buscarlo en el índice. Ajá, y ahora que sé como se llama y que estoy viendo el mapa, ¿cómo sé cuál es la dirección a la que debo caminar? Esta es la conversación que mas he repetido -y tenido conmigo misma- desde que estoy en París. Incluso, a veces, estando en la misma calle.

Estoy convencida, es más, , que existen los que pueden con un mapa y los que el mapa puede con ellos. Yo estoy en el grupo de los segundos. No importa que tan señalizadas estén las calles y los edificios enumerados, siempre termino -y comienzo- por la misma conversación.

Ayer, o antes de ayer, o antes antes de ayer (es algo que me ha pasado todos los días), buscaba incesantemente una calle que les juro -lo vi en el mapa- estaba como a 2 cuadras recto y luego a la derecha. Tardé una hora. Hice la misma dirección en sentido contrario, luego cruce a lo que era mi derecha pero que ya se había convertido en izquierda para terminar, por arte de magia -o mejor dicho por arte de la geometría- en el mismo punto (claro, era una cuadra, le di toda la vuelta). Hay momentos en los que perderme es divertido, porque no estoy buscando nada ni yendo a ningún sitio. Pero esta vez, estaba yendo a la recepción administrativa (aquí: l'accueil administratif) de la Universidad; la cual, como todo en esta ciudad, cierra a las 13h para abrir a las 14 30. Es decir, no era divertido perderme esta vez. El caso es que ya me había perdido, encontrado, vuelto a perder, hasta que por fin decidí sacar el mapa. Mi relación con el mapa es un poco extraña: lo uso, sí, pero como igual siempre me pierdo, me da rabia usarlo por lo que nunca lo saco. Además, creo que verme como una turista perdida es algo que no me agrada. A mí me gusta caminar con determinación, así como caminan los parisinos -aclaro, esto me ha pasado en las grandes ciudades a las que he ido ya de "grande": NY y Buenos Aires- así que corrijo y digo: a mi me gusta caminar como un cosmopolita (término que según la RAE quiere decir "Dicho de una persona: Que considera todos los lugares del mundo como patria suya"). Me paré en una esquina -claro, más cliché imposible-, la conversación comenzó y justo en el punto de "¿cómo sé cuál es la dirección a la que debo caminar?" fue cuando comencé a girar el mapa hasta ver que éste estuviera en mi misma dirección y así poder saber hacia donde caminar. En medio del proceso giratorio -de lejos me debía ver como una l o c a- se me acercó un francés -de gran corazón, digo yo- diciendo "est-ce que vous besoin d'aide, mademoiselle?" (¿necesita ayuda, señorita?), a lo que yo respondí -sonrisa primero- "oui, je ne parle bien français mais est-ce vous me pouvez dire où se trouve la rue de la Chaisse?" (sí, yo no hablo muy bien francés pero me podría decir dónde se encuentra "Rue de la Chaisse"). A continuación vino una signo de exclamación en su cara y un "Oh, ça n'est pas loin" (no está lejos), seguido de una explicación en francés sencillo de que debía hacer. Al terminar -yo entendí todo- le di las gracias y él dice "right, and then straight right". Claro, él debía aprovechar la oportunidad para demostrar que sabía inglés -eso, al parecer, es un gran orgullo-.

Llegué justo a la hora del almuerzo así que tomé un café malo y comencé a pensar en lo fácil que es perderse. Sólo hace falta tomar una decisión -o no tomarla- para llegar al punto no buscado. Recordé a Alicia y después vino a mí una cita de la primera página de Rayuela (novela de la que sólo he leído una página): "andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos". La leí antes de venir y ella sigue dando vueltas y vueltas en mi cabeza. Sin norte ni sur, porque mi brújula está rota.

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